Sexo Sagrado

 No hay actividad humana que nos acerque tanto al cielo o al infierno como lo hace el sexo. Fin o medio para expresar amor o liberar los propios demonios, el sexo ha sido desde siempre el cetro dogmático de religiones y cultos iniciáticos en todo el mundo y a la vez al tenaza con la cual controlar y aprisionar a sus creyentes.

Debo hablar de la visión ancestral de mi pueblo con respecto al sexo y lamentablemente, debo hacerlo comenzando por reconocer que en él, así como casi en todas las culturas indígenas que perviven, se reproducen los dramas de manipulación y temor que existen en occidente. Hemos sido cruzados por la religión de los santos y sus aberraciones, por los cultos de misterio de los avatares y sus abusos, y también por los gimnastas sexuales de oriente con su tantra.

Seguimos adorando el semen como al elixir de los dioses que nos convertirá en superhombres y despreciando la sangre impura de la menstruación que obliga a las mujeres a ocultarse o alejarse, mientras contenemos nuestras ganas en un mundo hipócrita sexualizado y vergonzante de su naturalidad.

Dice el mito de Origen del pueblo Muisca, que la Madre de todos salió de la profundidad de la laguna y traía en brazos un niño que más adelante sería su compañero y juntos poblaron todo el territorio, procreando y de seguro disfrutando de su natural candidez. Probablemente sin complejos rituales esotéricos o quien sabe. nuestros sabios ancestros nos dejaron un bello mito lleno de simbología para descifrar a la luz de nuestro entendimiento, sin embargo ni una sola imagen, ni una sola palabra al respecto.
No hablo por ningún abuelo, maestro, taita o comunidad, sino desde mi corazón de hombre buscando su liberación en la aceptación total de su humanidad animal como templo de un Espíritu Divino, con ansias de olvidar todo lo que he aprendido y al final olvidarme de mi mismo, para recuperar la inocencia perdida y fundirme en ese eterno orgasmo que será el inicio de un nuevo universo.

Kubuta Okasa

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