Todos tenemos tres madres: La primera es la que ofreció su vientre para formar nuestro cuerpo, la segunda es esta gran matriz a la que llamamos Tierra y que nos sostiene durante la vivencia humana y la tercera es la Madre Muerte que nos espera al final de este viaje para recibirnos en una nueva etapa de nuestra existencia. En el pensamiento ancestral, la muerte se honra y se valora como una compañera constante de nuestras vidas. Ella misma da sentido a la vida porque sirve de referencia y medida para el valor que asignamos a las experiencias humanas. Ya lo describió Borges en su hermoso cuento “El Inmortal” donde cuenta cómo los inmortales habían perdido toda misericordia y cualquier asomo de emoción al no tener a la muerte como condicionante de sus vidas. Y digo que es una compañera de viaje porque la muerte es el portal a través del cual se obra la magia indígena; no se es buen chamán si no se ha enfrentado a la muerte y se la ha hecho su aliada.
En lo ritualístico, es la muerte la fuerza para transformar todo lo denso en su contraparte de luz, así, se le invoca para liberar los espíritus parásitos (egos, demonios), regresándolos a la Madre para que sean llevados a donde tienen su totuma y su silla, es decir a donde les corresponda para recuperar el equilibrio. En lo cotidiano, la muerte está presente cada noche durante el sueño, llevando la parte sutil de nuestra consciencia a otros mundos y otras realidades, preparándonos para el viaje mayor cuando hayamos cumplido nuestro ciclo en la Tierra. Aún cada vez que respiramos, la muerte se hace presente en cada exhalación, donde el aire muerto cargado de partículas viciadas, regresa a la matriz para ser reciclado y transformado.
La gran pregunta es ¿qué sucede después de la muerte? Y para obtener la respuesta basta repasar los párrafos anteriores. ¿Qué sucede después de cada exhalación? Una nueva inhalación. ¿Qué sucede después de cada noche? Un nuevo amanecer. ¿Qué sucede después de cada muerte? Un nuevo nacimiento.
La muerte es el carbonero opaco y solitario que alimenta la caldera que da movimiento al tren de nuestras vidas. Bendita seas!
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